miércoles, marzo 31

Preparándonos para la Pascua

ORACIÓN PARA EL DOMINGO DE RAMOS


Remonta, Rey y Señor, a Jerusalén,

porque si no lo haces, tampoco, nosotros,

podremos ascender a la gloria que nos prometes.


Déjate aclamar, aunque suenen a hueco y flameen estériles

muchos de nuestros ramos y palmas.


No mires, Señor, a la tiniebla que mañana te espera,

pues necesitamos de Ti para que, la nuestra, no sea eterna.


Te esperábamos, Señor, aunque,

hoy te digamos ¡viva! y, mañana gritemos ¡muera!

Hoy nos adherimos a Ti, Señor,

para luego, aún siendo los mismos, decir no conocerte.


Hoy nos adherimos a Ti, Señor, para luego,

aún siendo los mismos, decir no conocerte.


Entra, Rey, amigo y Señor,

y si te escandaliza este triunfo, tanta sangre espera,

perdónanos, Señor.

Somos así, incluso los que más te queremos, los que en la intimidad,

más hemos convivido contigo: No entendemos esta entrada humillante,

no comprendemos el por qué una cruz al mejor hombre,

nos resistimos al triunfo si ha de pasar primero por la muerte.


Avanza, Rey, amigo y Señor
Porque si te detienes fuera de los muros de la ciuda

del hombre quedará definitivamente sumido en su mala suerte

o el cielo puede que se cierre definitivamente

la cruz quedará sin nadie que la domine sobre sus hombros

sin poder salvar, así, a toda la humanidad de la incertidumbre que le asola.


¡Cómo no bendecir tu nombre, Señor!
Si eres Palabra cumplida al detalle


Esperanza de los profetas

Manos apropiadas para el madero

Cena que, en Jueves Santo, esperamos gustar
Palabras que, en Viernes Santo,

estremecerán todavía más nuestro llanto


¡Cómo no exaltar tu nombre, Señor!
Cuando sabemos, que al final, después de las espinas y del dolor

del vértigo y de la muerte gritaremos lo que Tú,

tantas veces nos repetiste: hay que morir para dar abundante fruto.

Y, si algo tienes Tú, Señor, es mucho para darte y otro tanto para exigirte.


Amén.
 

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